sábado, 15 de octubre de 2011

La Nueva Novela Americana. Parte II: Las Series.


MAD MEN.


Curiosamente y aunque suene a juego de palabras, de acuerdo a su creador, Matthew Weiner (productor y guionista de las dos últimas temporadas de Los Sopranos), su nombre no significa “hombre loco” o algo por el estilo. Simplemente se refiere al diminutivo de “Madison Avenue” Men, aquella calle ubicada en la Gran Manzana, que albergaba a las principales agencias de publicidad en la década de los 50’s. Cuando todo estaba por hacer, estos ambiciosos publicistas le dieron un rostro al capitalismo. Una imagen atractiva y un slogan vendedor.
En el tiempo que la posibilidad del copy-paste era prácticamente nula, cada idea era pulida hasta la saciedad y el desgaste personal.
Inserto en un mundo mucho más salvaje que el actual, donde el rol de la mujer se supeditaba al más secundario posible, destinada eventualmente a labores de secretariado y a servir de amante al profesional masculino, su protagonista, Don Draper, un caballero de sombrero y cigarrillo, se abre paso de forma agresiva en este competitivo mundo, amén de su creatividad y el carisma que irradia en los clientes. Un hombre para el cual no era extraño amenizar una charla de trabajo con un whisky a las 11 de la mañana. Un señor, reflejo de una sociedad conservadora de la cintura hacia arriba, que se nutría de cuantas amantes pudiera, y que llegaba a cenar junto a su familia cual postal de venta de casas, sin antes lavar su boca con detergente para erradicar todo olor ajeno a la ingenuidad de su mujer y sus hijos.
Se ha dicho de forma caricaturesca que Mad Men atrae de sobremanera al género masculino porque grafica aquel status perdido en el hombre. Ese, en que los roles de cada cual estaban categóricamente determinados. El proveedor por una parte y la mujer encargada de la crianza y educación de los menores. El derecho a la diversión fuera del horario de trabajo. Ese que involucraba repartir amor a cuanta señorita se lo permitiera. Aquel en que los derechos civiles valían nada y los negros eran (o son?) los encargados de los ascensores y del aseo. Cuando la plusvalía del lujo era suerte de unos pocos.
Más que estética, que la nostalgia trae de vuelta de tanto en más, lo de Mad Men son bofetadas a lo que hoy denominamos políticamente correcto. Cuando hace solo algunos años un ginecólogo podía atender a su paciente con las piernas abiertas, cigarro en mano, mientras revisaba las partes pudendas de la mujer, y la repasaba con frases hirientes sobre lo muy puta que era, por pedirle receta para los anticonceptivos no estando casada. En un tiempo en que los old fashioned y martinis reemplazaban al café en el trabajo y los cigarrillos eran tan necesarios como la ropa, Mad men no es más que la novela trágica de una época dispar y en transición.



Breaking Bad.


Difícil. Así se ven las cosas en Breaking Bad. Son las vueltas que da la vida, de un momento a otro, a lo que se ve enfrentado Walter White, un profesor de química de una escuela pública en la distante y hostil Arizona, de cincuenta años, con un hijo adolescente con discapacidad mental, con su mujer embarazada y que, como corolario, se le diagnostica un cáncer avanzado.
Dicen que la necesidad tiene cara de hereje, y ante la odiosidad del destino, White decide utilizar sus habilidades con los tubos de ensayo para producir la mejor anfetamina del Estado. Ese es el detonante para toda una serie de tragedias, ante lo cual solo le cabe enfrentar la vida con los cojones más grandes vistos. Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer. Y eso es lo que hace White. Si es necesario enfrentar a narcos mexicanos fundidos en un alma negra, a su cuñado agente de la DEA, al desprecio de su mujer por los secretos que este oculta, a la paga de mierda, a las quimioterapias desgastantes, a ver el éxito en sus pares y a las propias torpezas de sus nexos con el hampa, Walter, lo hará, con las dificultades propias de un hombre magullado por las heridas de una batalla que no le da tregua.
Insisto, el mejor adjetivo para esta serie es: difícil.
Al revés. Cuando haces las cosas bien y de manera correcta, White es la mejor prueba de que los discursos de auto ayuda son solo mierda para que unos cuantos se sigan enriqueciendo. El karma no sirve para White y por eso, decide darle frente a esta vida tan re maricona. Con golpes, haciendo trampa, pero con los ojos vendados y aguantando la respiración esperando que todo pase.


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